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Adicción al juego o ludopatía

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Adicción al juego o ludopatía

El juego, la búsqueda de excitación y el ataque al aburrimiento han acompañado a la humanidad a lo largo de los tiempos. Los primeros indicios sobre la existencia de juegos se localizan varios miles de años atrás, y aparentemente el juego precedió a la invención del dinero en cerca de mil años. En Mesopotamia se han hallado los que serían los dados más antiguos (5.000 a.C.), en Grecia se han encontrado objetos artísticos que representan escenas de juego. En Egipto existen murales que representan juegos de naipes.

Jugar nos permite aprender a respetar reglas, a tener en cuenta las habilidades del oponente, a poner a prueba las nuestras y a superarnos, en definitiva jugar nos permite pasar un buen rato, aprender e, incluso, madurar. El verdadero problema se presenta cuando se deja intervenir al azar en el juego, acabando con los elementos positivos de éste al transformarnos en sujetos pasivos cuyas habilidades ya apenas surten efecto, es entonces cuando la ilusión de un envenenado premio pervierte todo rasgo positivo.

Definición y clasificación

La ludopatía o juego patológico es un problema socio-sanitario de carácter creciente, cuya prevalencia se sitúa en torno al 2% de la población general mayor de 18 años. Puesto que los trastornos psiquiátricos se diagnostican en base a la presencia de determinados criterios o elementos y para la mayor parte de ellos no existen pruebas concluyentes como en el resto de especialidades, se hace necesaria una sistematización que es llevada a cabo por la Asociación de Psiquiatría Americana en un manual conococido como DSM (Siglas en inglés de Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales1). Así, es en 1980 cuando se reconoce la ludopatía como enfermedad y se incluye por primera vez en la tercera edición del mencionado manual, con el nombre de juego patológico, en el apartado de “trastornos del control de impulsos no clasificados en otros apartados”, junto con problemas como la cleptomanía, la piromanía, el trastorno explosivo intermitente (consistente en expresiones extremas y desproporcionadas de enfado y rabia incontrolada) y la tricotilomanía (hábito o comportamiento recurrente e irresistible dirigido a arrancarse el propio cabello o los vellos de distintas zonas del cuerpo). Hablamos de una clasificación diagnóstica residual, una especie de cajón de sastre, para aquellos trastornos del control de los impulsos que no se han clasificado en otras categorías. En el recientemente publicado DSM-5 se incluye una nueva categoría dentro de las adicciones, a la que se denomina “Trastornos no relacionados con sustancias” y con la cual se designa a las llamadas adicciones conductuales. Dentro ella se incluye como única patología el juego patológico, cuyos criterios veremos posteriormente.

En torno al 2% de la población mayor de 18 años puede ser considerado ludópata

La ludopatía como adicción comportamental o trastorno no relacionado con sustancias

Es un hecho que de hábitos de conducta normales e incluso saludables -véase el caso de algunos deportes como el running, muy de moda últimamente (Cernuda, de la Gándara & Alonso, 2010)-, se pueden hacer usos anormales con pérdida de control e interferencia en el resto de ámbitos de la vida, estos dos signos marcan el límite entre una conducta normal y una conducta adictiva.

Es de esperar, por tanto, que en las adicciones comportamentales o sin sustancia, los factores determinantes, el perfil clínico y los enfoques terapéuticos no serán muy distintos a los de las adicciones a drogas. De hecho, como en cualquier conducta adictiva existe un control inicial por reforzadores positivos y un control final por reforzadores negativos. Un reforzador o refuerzo es todo estímulo que hace que la conducta que lo ha provocado aumente. Puede ser positivo si al ante un comportamiento recibimos algo que nos gusta (Ganar dinero) o negativo si perdemos algo que no nos gusta (Disminución de la ansiedad), es muy importante entender estos términos y que en ambos casos la conducta se verá reforzada y probablemente aumentada o perpetuada.

Otra semejanza entre ambos tipos de adicciones es que los síntomas de abstinencia que se observan en las adicciones psicológicas (término para diferenciarlas de las químicas, a pesar de sus características comunes), son muy semejantes a los generados por las drogodependencias: humor depresivo, irritabilidad, déficit de concentración, trastornos del sueño, y otros que veremos más adelante.

Algunas diferencias que pueden apuntarse son: la mayor frecuencia de adicciones múltiples (varias a la vez) en las adicciones a sustancias así como una menor motivación para el tratamiento en el caso de éstas, y el hecho de que mientras que en las drogas con una dosis queda controlado el síndrome abstinencial, en las adicciones psicológicas el paciente puede pasar horas e incluso días enteros jugando o comprando sin control de la abstinencia.

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