
Motivación para el tratamiento y motivación para el cambio
Todo tratamiento sobre un ser humano vivo y consciente requiere de una colaboración activa por parte de la persona que recibe el tratamiento. Por ejemplo, una persona con hipertensión cuyo tratamiento sea tomar una pastilla por la mañana, requiere que el paciente recuerde tomar la pastilla, la haya comprado previamente y decida tomar la pastilla. Para que todo esto suceda, el paciente ha de tener una motivación o, visto de otro modo, cierto convencimiento de que el beneficio de esa pastilla va a ser mayor que el esfuerzo de tomarla. Esta es la motivación para el tratamiento.
Pero, puede ser posible que el médico, además de tomar una pastilla, recomiende caminar una hora todos los días al paciente. Si es una persona que no está acostumbrada a caminar, va a tener que cambiar un hábito. Para cambiar un hábito o una conducta es necesaria una motivación para el cambio. Hay personas que pueden encontrarse motivadas para tomar la pastilla pero no para salir a caminar todos los días porque lo consideran un esfuerzo excesivo para ellos. Tener motivación para el tratamiento es el primer paso, pero la motivación para el cambio va a ser necesaria también para garantizar resultados óptimos.
Cambiar una conducta es muy complicado, por lo que ha sido necesario desarrollar técnicas psicológicas que favorezcan el cambio
En el tratamiento de las adicciones ocurre lo mismo que en el tratamiento de la hipertensión: es necesario que el paciente tenga una motivación para el tratamiento, pero también es necesaria una motivación para el cambio. Es frecuente que las personas que sufren de una adicción, no la reconozcan y no busquen ayuda profesional. Muchas veces acceden a ir a una entrevista con un especialista por presiones familiares o sociales, con la mínima motivación para ir a la consulta pero con ninguna motivación para cambiar su conducta. Algunas veces, los pacientes deciden ir a consulta voluntariamente pero se muestran ambivalentes respecto a si su objetivo es la abstinencia absoluta o la reducción del consumo. Sabemos que el hecho de ir a una consulta o iniciar un tratamiento, no transforma esa ambivalencia en un férreo compromiso para el cambio. Existe todo un proceso por el que pasa el paciente desde que acude a la primera cita hasta que manifiesta su determinación por iniciar un cambio. En ese proceso, los profesionales también podemos ayudar a los pacientes gracias a unas técnicas psicológicas sobre las que vamos a profundizar a continuación.
La determinación para el cambio no es necesaria cuando uno acude a una consulta. Debemos aceptar la duda y la ambivalencia
Los años 80: un antes y un después en el tratamiento psicológico de las adicciones
Durante mucho tiempo, la motivación se consideró una responsabilidad del paciente. Los profesionales consideraban que cada paciente tenía que “tocar fondo” para que apareciera la motivación necesaria que lo llevara a buscar tratamiento. Poco se hacía por los pacientes poco motivados, salvo confrontarles con que estaban negando un problema o esperar hasta que admitieran su problema a expensas de sufrir cada vez más las consecuencias de su consumo. Este enfoque se conoce como el de la confrontación de la negación.
La confrontación de la negación era un enfoque terapéutico que partía de una posición paternalista del médico sobre el paciente. El médico imponía una etiqueta diagnóstica (por ejemplo, la de alcohólico) al paciente y asumía que el paciente tenía que aceptarlo para poder iniciar el tratamiento. Si el médico observaba en el paciente una resistencia al cambio, lo consideraba un rasgo patológico de la personalidad (una forma de ser), que solo podía cambiar siendo sometido a una intensa confrontación. El médico confrontaba al paciente discutiéndole sus argumentos e imponiéndole unos objetivos de tratamiento con los que igual el paciente no estaba de acuerdo.
Sin embargo, desde los años 80 la concepción profesional y social de la motivación del paciente adicto ha dado un giro importante. Ahora la motivación es una responsabilidad compartida entre el terapeuta y el paciente. El terapeuta ha de evaluar el estado motivacional del paciente y ayudarle a implicarse en su tratamiento aplicando estrategias motivacionales. Ello ha facilitado que las adicciones se empiecen a tratar lo antes posible para evitar sus consecuencias, algunas de las cuales pueden llegar a ser fatales (muertes por sobredosis, accidentes de tráfico, agresiones en medio familiar, etc.). Otro avance importante han sido las pruebas de detección que se suelen realizar en distintos ámbitos (en consultas médicas, en servicios de urgencias hospitalarias, en revisiones médicas de las mutuas, en controles de tráfico, en deportistas, etc.), que han aparecido por dos motivos: la concienciación de la sociedad y la existencia de tratamientos efectivos en las fases iniciales de la enfermedad.
Tabla 1. Diferencias entre la confrontación de la negación y la entrevista motivacional (adaptado de Miller y Rollnick, 2008)
Enfoque de la confrontación de la negación | Enfoque de la entrevista motivacional |
Énfasis en la aceptación del diagnóstico resulta esencial para el cambio | Es innecesario aceptar la etiqueta de la enfermedad para que se produzca el cambio |
Énfasis en la patología de la personalidad | Énfasis en la responsabilidad de la elección personal |
El profesional convence al paciente para que acepte el diagnóstico | A parte de la evaluación clínica del profesional, se evalúan las preocupaciones del paciente |
El terapeuta no acepta la ambivalencia del paciente y que pueda mostrar preocupación si no actúa | Facilita que el paciente verbalice motivos de preocupación por su conducta |
La resistencia al cambio es considerado un rasgo patológico de personalidad (“negación”) que ha de ser confrontado | La resistencia viene influida por la conducta del terapeuta y es, por tanto, modificable |
La resistencia al cambio se resuelve discutiendo y corrigiendo | La resistencia se somete a reflexión |
Los objetivos del tratamiento son impuestos por el terapeuta | Los objetivos del tratamiento son acordados entre el paciente y el terapeuta |
La motivación en los tratamientos actuales
La motivación se puede definir como la probabilidad de que una persona inicie, continúe y se comprometa con una estrategia específica para cambiar.
La motivación es un fenómeno muy complejo que no debería verse como una dicotomía: “sí tiene motivación” o “no tiene motivación”. Tampoco debe entenderse que la ausencia de motivación sea un rasgo de personalidad (o una forma de ser) de los alcohólicos y los adictos. Por el contrario, la motivación es un estado de disponibilidad para cambiar que se mueve a lo largo de un continuum de intensidad en función del momento, de la situación y de la persona. Por lo tanto, la motivación no es un rasgo de personalidad inamovible, sino que fluctúa y puede ser influido por el terapeuta (que forma parte del ambiente y el contexto del paciente).
La motivación es un estado de disponibilidad para cambiar
La entrevista motivacional como enfoque terapéutico
Este relativamente nuevo enfoque terapéutico nace de la integración de aspectos de la “terapia centrada en el cliente” (propuesta por Rogers, 1951) con estrategias cognitivo-conductuales dirigidas a los diferentes “estadios de cambio” (propuestos por Prochaska y DiClemente, 1982). Resumiendo en una frase: consiste en una técnica poderosa para superar la ambivalencia y ayudar a los pacientes en su motivación hacia el cambio. Fue desarrollada por dos psicólogos (William R. Miller y Stephen Rollnick) en el libro que ambos compilaron en 1991: La entrevista motivacional. Preparar para el cambio de conductas adictivas, del que se han vendido más de 6000 ejemplares en todo el mundo.
La entrevista motivacional intenta desbloquear a la persona, para permitirle que surja el deseo de cambiar
La entrevista motivacional es una forma concreta de ayudar a las personas para que se reconozcan a sí mismas y se ocupen de sus problemas actuales y futuros. Es una técnica muy útil para personas que son reticentes a cambiar y/o se muestran ambivalentes ante el cambio. Ayuda a las personas a resolver la ambivalencia y a tomar decisiones que les permitan iniciar un cambio. Se basa en estimular la toma de decisiones hacia hábitos sanos desde el respeto a la persona del paciente (tanto a sus creencias, a sus motivaciones, a su escala de valores, a sus miedos y a sus dudas), otorgando al paciente la capacidad de elegir con libertad. Por tanto, no se trata de que el terapeuta dé indicaciones al paciente de lo que tiene que hacer de una forma autoritaria, sino que se trata de todo lo contrario: la responsabilidad del cambio queda en manos del paciente. El paciente posee un poderoso potencial para el cambio y, con la ayuda del terapeuta, es quien toma las decisiones sobre su futuro.
En la entrevista motivacional, la responsabilidad del cambio está en manos del paciente
La entrevista motivacional fue inicialmente desarrollada para personas que tenían problemas con el consumo de alcohol, pero su aplicación se ha generalizado a personas que consumen otras sustancias adictivas distintas al alcohol, a personas que tienen que cambiar sus hábitos (dietas, sedentarismo, etc.), a personas con enfermedades crónicas (diabéticos, hipertensos, etc.) y a situaciones en las que se recomienden nuevos estilos de vida.
¿Cuál es el proceso del cambio?
Para entender el proceso por el que pasa una persona que va a realizar un cambio, hay que remontarse al año 1982, en el que Prochaska y di Clemente conceptualizaron el modelo transteorético, que sigue estando hoy en día vigente. Estos investigadores intentaron comprender cómo y por qué cambian las personas. Se dieron cuenta de que el proceso por el que pasamos las personas cuando incorporamos un cambio en nuestras vidas es muy similar de unas personas a otras y en distintas situaciones. Establecieron seis etapas consecutivas por las que un individuo ha de pasar para llegar al cambio. Es interesante cómo incluyeron la fase de la “recaída” como una etapa más dentro del camino hacia el cambio. Esto conlleva una desestigmatización de la recaída y la consideración de que es normal pasar por ella (incluso varias veces) para llegar al cambio estable.

Las seis etapas del cambio (Prochaska y DiClemente, 1982)
Este modelo permite ver el cambio a modo de etapas y se puede aplicar tanto para conductas adictivas como para otras decisiones vitales, por ejemplo, para decidir casarse, para cambiarse de trabajo o para tener un hijo. Sirve tanto para describir las fases por las que pasan las personas en el curso de un cambio autoinducido (es decir, sin la ayuda de un tratamiento formal), como para aquellas personas que reciben ayuda de un terapeuta. Es frecuente que el sujeto gire varias veces alrededor de la rueda antes de alcanzar un cambio estable, por eso las etapas del cambio se representan en una rueda circular. Por ejemplo, los fumadores que desean cesar el hábito de fumar tabaco, dan una media de cuatro vueltas a la rueda antes de dejar de fumar (Miller y Rollnick, 2008).
Cada persona se encuentra en una etapa de cambio concreta según el momento y la situación en que se encuentre. No es lo mismo la visión que tiene de emborracharse un adolescente cinco minutos antes de salir de casa que ha quedado con sus amigos, que al día siguiente cuando no puede estudiar el examen del lunes porque tiene resaca. Verá, en cada una de las dos situaciones, de distinta manera la posibilidad de no volver a emborracharse los fines de semana. Lo interesante de conocer en qué etapa se encuentra la persona es que cada etapa va a corresponderse con una intervención concreta y distinta a las etapas anteriores y posteriores. Además, como el ambiente influye en el paso de una etapa a la siguiente y los terapeutas son parte del ambiente, la terapia puede facilitar un aumento de la motivación para el cambio y avanzar un paso a una etapa superior. Por lo tanto, estas etapas son aplicables tanto al cambio que uno realiza por sí mismo como al cambio que uno realiza ayudado por un terapeuta.
La resistencia al cambio aparece cuando el terapeuta utiliza una estrategia inadecuada para la etapa actual del paciente
Las seis etapas del cambio
El modelo transteorético (Prochaska y Diclemente, 1982) permite identificar diferentes etapas de predisposición que puede mostrar una persona cuando se plantea realizar un cambio en su conducta adictiva (aunque puede ser generalizable a otras conductas). El mínimo estado de motivación ha sido denominado precontemplación, en el que el sujeto no tiene ninguna conciencia de su problema y, por tanto, no se plantea cambiar nada. La disposición al cambio puede incrementarse progresivamente a medida que el sujeto va tomando conciencia del problema (contemplación), decide hacer algo (determinación), desarrolla las estrategias necesarias para superar el problema (acción) y adquiere habilidades para prevenir las recaídas (mantenimiento). De igual forma que el paciente incrementa su disposición al cambio, puede darse el fenómeno contrario: puede disminuir su grado de compromiso e, incluso, puede llegar a tener una recaída. Cuando un paciente tiene una recaída, no supone volver a empezar desde el principio. La experiencia previa de haber llegado a ese nivel mayor de compromiso y disposición al cambio, puede servirle para incrementar nuevamente su motivación hacia la estabilidad del cambio.
La persona que se encuentra en la etapa precontemplativa aún no ha considerado que tenga un problema o que necesite introducir un cambio en su vida. Digamos que todavía no ve que tenga un problema y, por lo tanto, no va a buscar ayuda para solucionarlo. Es posible que aunque el paciente esté en esta etapa, sus familiares estén en otra más avanzada: sí hayan advertido del problema y hayan considerado buscar ayuda.
1. Precontemplación
La persona que se encuentra en la etapa precontemplativa aún no ha considerado que tenga un problema o que necesite introducir un cambio en su vida. Digamos que todavía no ve que tenga un problema y, por lo tanto, no va a buscar ayuda para solucionarlo. Es posible que aunque el paciente esté en esta etapa, sus familiares estén en otra más avanzada: sí hayan advertido del problema y hayan considerado buscar ayuda.
Para el paciente precontemplativo, los pros de seguir manteniendo la conducta adictiva superan a los contras
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que se encuentre en una etapa precontemplativa?Puede ser muy frustrante ayudar a una persona con un problema cuando ni siquiera son capaces de ver el problema. Lo que deben evitar los familiares en cualquier caso es actuar de forma paternalista y decir al paciente lo que debe hacer o dejar de hacer, aunque probablemente sea lo que encuentren más natural decir. También se debe evitar la confrontación y la discusión. En lugar de ello, es importante mostrarse empático, intentando comprender los pasos que le han llevado hasta esa situación y evitar dar instrucciones al paciente. Puede ser útil mostrarle nuestra preocupación por sus pobres resultados académicos, por el mal rendimiento laboral o por los problemas de pareja que pueda tener. Sería mejor si lográramos que fuera él o ella quién enumerara los problemas que tiene. De esta manera, quizá no consigamos que reconozca que tiene un problema de consumo de drogas o de alcohol, pero sí que su situación actual no cumple con sus expectativas de hace unos años y pueda dudar sobre si la vida que lleva es la que quiere para sí (pasaría a la etapa de contemplación).
En esta etapa precontemplativa, la familia puede contactar con su médico de cabecera para informar de una determinada conducta de riesgo para que el médico pueda informar desde una posición de autoridad más respetada y valorar las posibles consecuencias médicas sobre el organismo. También son útiles son folletos informativos que se reparten en algunos centros de salud, ayuntamientos, centros de tratamientos de adicciones o algunas páginas web (FAD ).
Por definición los pacientes no acudirían en esta etapa a pedir ayuda por iniciativa propia, aunque puede ser que vayan coaccionados por familiares. Sin embargo, los profesionales sí pueden actuar en esta etapa aumentando la percepción del paciente de los riesgos y problemas derivados de su conducta actual, ello aumentará su duda de si tienen verdaderamente un problema. No se trata de dar un consejo al paciente sobre lo que debería hacer, sino de aumentar su conciencia del problema y poder cambiar. Esto se logra dándole información acerca de los daños que produce la sustancia que consume y darle feedback de los resultados de las pruebas realizadas. Un ejemplo de información sería: a un consumidor de cannabis que acaba de empezar su primer año de universidad se le puede explicar que la sustancia que consume afecta negativamente a la concentración, sin decirle que lo que tiene que hacer para aprobar todo es dejar de consumir. Mientras que un ejemplo de feedback: mostrar a un bebedor habitual de dos gin-tonics diarios que los resultados de su analítica arrojan una elevación significativa de las enzimas hepáticas (transaminasas) y una anemia macrocítica (glóbulos rojos de tamaño anormalmente grande) como consecuencia de un consumo excesivo de alcohol.
2. Contemplación
En la fase contemplativa, el paciente ha tomado ya conciencia del problema pero todavía siente que rechaza el cambio. Entra en un periodo caracterizado por la ambivalencia. La persona contempladora se debate entre las razones para cambiar y las razones para continuar comportándose de la misma manera. En esta etapa es todavía poco probable que el paciente acuda pidiendo ayuda por iniciativa propia, aunque es posible que empiece a verbalizar sus preocupaciones (ya sea a familiares, amigos, líderes espirituales, médicos de familia). Si acude a un profesional, su tarea en esta fase es la de ayudar al paciente a evocar las razones para cambiar y los riesgos de no cambiar. Este proceso puede ayudar al paciente a decantar la balanza hacia el lado del cambio. Durante esta fase, el paciente aumenta su autoeficacia para el cambio de la conducta problema. La autoeficacia es la creencia en nuestra propia capacidad para hacer cualquier tarea que nos propongamos. En el caso de las adicciones, la autoeficacia en las primeras fases del cambio es muy reducida: el paciente cree que cualquier esfuerzo que pueda realizar (por grande que sea) no va a mejorar su calidad de vida.
El paciente contemplativo empieza a ver los contras del consumo y los pros del cambio.
Razones para cambiar | Riesgos de no cambiar | Razones para continuar |
“Me levanto con dolor de cabeza” | “Cada vez me voy a encontrar peor” | “No estoy tan mal” |
“Me estoy gastando mucho dinero” | “Me puedo terminar arruinando” | “Mis amigos consumen lo mismo que yo” |
“Mi hijo no quiere jugar conmigo” | “Qué ejemplo le voy a dar a mi hijo” | “¿Qué voy a hacer sino los fines de semana?” |
“Me han dado un toque de atención en el trabajo” | “Puedo perder mi trabajo” | “No voy a volver a consumir en el trabajo” |
“Me paro la policía” | “Si no tengo tanta suerte, puedo entrar en prisión” | “Quiero seguir saliendo con mis amigos” |
“No me puedo concentrar bien” | “Suspenderé todas este curso” | “Y si no duermo bien” |
“Ya no hablo con mi mujer” | “Mi mujer me puede dejar” | “Es ella la que no me habla” |
Creer que el cambio es posible (autoeficacia), es un ingrediente principal para lograr el cambio propuesto.
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que se encuentre en una etapa contemplativa?
La etapa contemplativa a veces permite convencer al paciente para que acuda a la consulta de su médico de cabecera o, incluso, a la consulta de un especialista en salud mental o un experto en adicciones. Es importante que la familia pueda aceptar la ambivalencia del paciente, aunque no comparta con él sus motivos para no cambiar. Hay que entender que es muy complicado cambiar algo que puede llevar años siendo así. Al igual que también es complicado reconocer que uno estaba equivocado al no considerar durante mucho tiempo que tenía un problema, a pesar de que amigos y familiares no paraban de decirlo. Es bueno que el paciente pueda verbalizar sus miedos hacia el cambio, sin que lo critiquemos, culpabilicemos o avergoncemos. Para ello, debemos mostrarle nuestro apoyo.
3. Determinación
Se trata del momento en el que el paciente muestra un buen grado de “motivación”, que se refleja en frases como las siguientes: “Esto no puede seguir así, tengo que hacer algo.” “Estoy hecho polvo. ¿Dónde puedo ir?”.
La etapa de la determinación es como una puerta hacia el cambio que se abre y se cierra, por eso es muy importante aprovechar la oportunidad cuando está abierta. En este punto, la tarea con el paciente ya no consiste en ayudarle a evocar razones para el cambio porque la balanza ya se ha decantado del lado del cambio. Debemos orientarle hacia los recursos terapéuticos más adecuados, accesibles y efectivos. Es importante, no dejar pasar demasiado tiempo porque podría dar un paso hacia atrás en su estado de motivación y rechazar la ayuda. Tampoco hay que ilusionarse en exceso pensando que ya se va a resolver.
En el paciente en fase de determinación, los pros del cambio superan a los contras
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que se encuentre en una etapa de determinación?
Este es el momento adecuado para informar al paciente de los recursos profesionales de los que previamente nos hemos estado informando que pueden ayudar al paciente, son accesibles y están al alcance de la economía familiar. Es importante que no le demos una única opción, sino que le hablemos de distintas posibilidades terapéuticas y que pueda elegir dentro de un abanico de opciones. La posibilidad de elegir, le convierte en un sujeto activo que decide sobre su tratamiento y le responsabiliza sobre su elección.No debemos desanimarnos si vemos que el paciente rechaza los recursos que le ofrecemos. La lectura ha de ser positiva porque se ha logrado que el paciente se asome a la puerta del cambio, por lo que es muy probable que en breve se vuelva a asomar. Tendremos que estar atentos para volver a ofrecérselo.
La determinación es el segundo paso de un largo recorrido hacia la recuperación
4. Acción
Esta etapa comienza cuando se produce el acto físico de decidir llevar a cabo una de las opciones del abanico ofertado. Las opciones han dejado de ser posibilidades y una de ellas se convierte en realidad. El paciente se implica en acciones que le llevarán a cambios notorios en su conducta adictiva, incluyendo la abstinencia. Esta etapa suele durar entre uno y seis meses.
Habitualmente, esta etapa marca el inicio del tratamiento propiamente dicho y se ha llegado a ella con el apoyo de la familia, la ayuda del terapeuta y la determinación del paciente. Aunque, en adicciones como la del tabaco, es habitual que el sujeto llegue a esta fase sin tratamiento profesional y haya decidido dejar de fumar sin ayuda profesional. Algunas veces, se llega a esta decisión después de haber leído un libro de autoayuda, después de haber recibido alguna noticia respecto de su salud, al conocer la noticia de estar embarazada o ser diagnosticado de una enfermedad grave como consecuencia del tabaco.
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que se encuentre en una etapa de acción?
Las familias suelen vivir este momento con gran expectación, especialmente cuando llevaban tiempo intentando ayudar al paciente. Es importante confiar en los profesionales y respetar el derecho a la intimidad. El paciente tiene que sentirse acompañado por sus familiares pero tiene que ser él quien tome las decisiones. Aunque puede ser de ayuda supervisar el cumplimiento de los tratamientos, ser demasiado invasivo puede resultar contraproducente.
5. Mantenimiento
El cambio no garantiza que este se mantengo a lo largo del tiempo. Por tanto, no vale solo con lograr la abstinencia, sino que hay que mantenerla. De nada nos sirve adelgazar 10 Kg si a lo largo del año siguiente los vamos a recuperar al volver a nuestras conductas previas de ingestas excesivas y vida sedentaria. Por eso, durante esta etapa el reto es no volver a las conductas previas para evitar las recaídas y los tropezones.En esta fase, se trabaja para consolidar los cambios efectuados durante la etapa anterior. Es necesario adquirir unas habilidades y estrategias distintas a las que se pusieron en práctica con el cambio inicial, sobre todo hay que centrarse ahora en las estrategias dirigidas a prevenir recaídas.
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que se encuentre en una etapa de mantenimiento?
En esta etapa hay que devolver la confianza al paciente y permitirle ir asumiendo responsabilidades gradualmente, de acuerdo a lo que los profesionales vayan marcando. Es normal que la familia sienta miedo ante una posible recaída, pero ello no justifica actitudes excesivamente paternalistas que coarten la libertad de decidir del paciente, además posiblemente no va a evitar las recaídas.
6. Recaída
Las recaídas se consideran una parte normal y esperable del proceso de recuperación. Hay que distinguir entre un consumo breve de poca cantidad (“tropezón”), con un consumo de mayor duración y mayor cantidad (“recaída” propiamente dicha). La posibilidad de la recaída la debe mencionar el terapeuta a lo largo de todos los pasos anteriores para que, cuando llegue, no suponga algo inesperado. Considerar las recaídas como normales y esperables, sin estigmatizarlas, logra que los sentimientos que puedan surgir en el paciente de culpabilidad, vergüenza y rabia, sean de menor intensidad. Además, al haber sido algo ya comentado con el terapeuta previamente, le va a resultar más sencillo reconocer la recaída y poder hablar de ello cómodamente con él.
El terapeuta debe ayudar al paciente que ha recaído a evitar el desconsuelo y la desmoralización. Esto lo consigue ayudando al paciente a girar sobre la rueda y a no quedarse estático en la fase de recaída. Con la experiencia de que dispone el paciente de haber hecho todo el recorrido de la rueda, va a poder reconocer la recaída, va a reconsiderar el problema (contemplación), va a ver la oportunidad de continuar con el cambio inicialmente planteado (determinación) y va a volver a poner en práctica las habilidades aprendidas previamente durante las etapas de acción y mantenimiento.
¿Qué pueden hacer los familiares de una persona que ha recaído?
Los familiares deben también conocer de antemano que las recaídas son parte del proceso de recuperación y que es habitual tener una o varias recaídas antes de alcanzar la abstinencia prolongada. La confianza del paciente en sus familiares, y no solo en sus terapeutas, es importante de cara a que pueda reconocer la recaída cuando empieza a consumir, aunque algunas veces lo pueden ocultar igualmente. Es importante no culpabilizar ni avergonzar al paciente porque podría empeorar la situación aún más.
Fases del paciente | Tareas motivacionales del terapeuta |
Precontemplación | Aumentar la duda del paciente sobre el supuesto problema |
Contemplación | Evocar razones para el cambio y riesgo de continuar igual |
Determinación | Ofrecer las opciones terapéuticas más adecuadas, accesibles y efectivos |
Acción | Ayudar a elegir entre las opciones terapéuticas |
Mantenimiento | Adquirir habilidades y estrategias que garanticen la abstinencia |
Recaída | Normalización; evitar la desmoralización; hacer girar la rueda |