
Formas de conseguir la motivación necesaria
Todo tratamiento sobre un ser humano vivo y consciente requiere de una colaboración activa por parte de la persona que recibe el tratamiento. Por ejemplo, una persona con hipertensión cuyo tratamiento sea tomar una pastilla por la mañana, requiere que el paciente recuerde tomar la pastilla, la haya comprado previamente y decida tomar la pastilla.
Para que todo esto suceda, el paciente ha de tener una motivación o, visto de otro modo, cierto convencimiento de que el beneficio de esa pastilla va a ser mayor que el esfuerzo de tomarla. Esta es la motivación para el tratamiento. Pero, puede ser posible que el médico, además de tomar una pastilla, recomiende caminar una hora todos los días al paciente. Si es una persona que no está acostumbrada a caminar, va a tener que cambiar un hábito. Para cambiar un hábito o una conducta es necesaria una motivación para el cambio. Hay personas que pueden encontrarse motivadas para tomar la pastilla pero no para salir a caminar todos los días porque lo consideran un esfuerzo excesivo para ellos. Tener motivación para el tratamiento es el primer paso, pero la motivación para el cambio va a ser necesaria también para garantizar resultados óptimos.
Cambiar una conducta es muy complicado, por lo que ha sido necesario desarrollar técnicas psicológicas que favorezcan el cambio
En el tratamiento de las adicciones ocurre lo mismo que en el tratamiento de la hipertensión: es necesario que el paciente tenga una motivación para el tratamiento, pero también es necesaria una motivación para el cambio. Es frecuente que las personas que sufren de una adicción, no la reconozcan y no busquen ayuda profesional. Muchas veces acceden a ir a una entrevista con un especialista por presiones familiares o sociales, con la mínima motivación para ir a la consulta pero con ninguna motivación para cambiar su conducta. Algunas veces, los pacientes deciden ir a consulta voluntariamente pero se muestran ambivalentes respecto a si su objetivo es la abstinencia absoluta o la reducción del consumo. Sabemos que el hecho de ir a una consulta o iniciar un tratamiento, no transforma esa ambivalencia en un férreo compromiso para el cambio. Existe todo un proceso por el que pasa el paciente desde que acude a la primera cita hasta que manifiesta su determinación por iniciar un cambio. En ese proceso, los profesionales también podemos ayudar a los pacientes gracias a unas técnicas psicológicas sobre las que vamos a profundizar a continuación.
La determinación para el cambio no es necesaria cuando uno acude a una consulta. Debemos aceptar la duda y la ambivalencia
Muchos investigadores han señalado la falta de motivación como un obstáculo claro tanto en el inicio como en la continuación de un tratamiento (Becoña y Cortés, 2008). Concretamente, en una revisión (Walitzer, 1999) se mostró que entre un 20 % y un 57 % de los pacientes que inician un tratamiento, ya sea ambulatorio o residencial, lo abandonan a los pocos días o, incluso, tras la primera sesión. En el mismo artículo, Walitzer mencionaba una serie de técnicas que podrían favorecer la motivación en el tratamiento y, por ende, un mayor compromiso y menor abandonos de tratamiento.
La motivación del paciente es un ingrediente necesario en el tratamiento y en la recuperación de las adicciones
Los años 80: un antes y un después en el tratamiento psicológico de las adicciones
Durante mucho tiempo, la motivación se consideró una responsabilidad del paciente. Los profesionales consideraban que cada paciente tenía que “tocar fondo” para que apareciera la motivación necesaria que lo llevara a buscar tratamiento. Poco se hacía por los pacientes poco motivados, salvo confrontarles con que estaban negando un problema o esperar hasta que admitieran su problema a expensas de sufrir cada vez más las consecuencias de su consumo. Este enfoque se conoce como el de la confrontación de la negación.
La confrontación de la negación era un enfoque terapéutico que partía de una posición paternalista del médico sobre el paciente. El médico imponía una etiqueta diagnóstica -por ejemplo, la de alcohólico- al paciente y asumía que el paciente tenía que aceptarlo para poder iniciar el tratamiento. Si el médico observaba en el paciente una resistencia al cambio, lo consideraba un rasgo patológico de la personalidad, una forma de ser, que solo podía cambiar siendo sometido a una intensa confrontación. El médico confrontaba al paciente discutiéndole sus argumentos e imponiéndole unos objetivos de tratamiento con los que igual el paciente no estaba de acuerdo.
Sin embargo, desde los años 80 la concepción profesional y social de la motivación del paciente adicto ha dado un giro importante. Ahora la motivación es una responsabilidad compartida entre el terapeuta y el paciente. El terapeuta ha de evaluar el estado motivacional del paciente y ayudarle a implicarse en su tratamiento aplicando estrategias motivacionales -la entrevista motivacional suele ser un primer paso-. Ello ha facilitado que las adicciones se empiecen a tratar lo antes posible para evitar sus consecuencias, algunas de las cuales pueden llegar a ser fatales (muertes por sobredosis, accidentes de tráfico, agresiones en medio familiar, etc.). Otro avance importante han sido las pruebas de detección que se suelen realizar en distintos ámbitos -en consultas médicas, en servicios de urgencias hospitalarias, en revisiones médicas de las mutuas, en controles de tráfico, en deportistas, etc...-, que han aparecido por dos motivos: la concienciación de la sociedad y la existencia de tratamientos efectivos en las fases iniciales de la enfermedad.